02 abril 2012

Aquelarre en los escombros de una jaula

Me despiertan esos demonios
en profunda noche parlera
que gime adolorida en mis llagas
sudantes

me arrastran a ese aquelarre
que abraza mi cuerpo
donde la soledad arde mustia
donde las plumas ensangrentadas de pájaros
asilados en mis manos
escriben las palabras que han muerto.

Jorge Campos
Managua, octubre 2011


El Aquelarre (1798) por Goya
09 febrero 2012

Nacimiento entre ramas

Nada es la retórica
surgida de nuestras miradas

allá no hay oídos que la escuchen
allá sólo hay lagos sordos
sumergidos en los bosques negros

en las húmedas montañas
corren mis retóricas
las tuyas

chocando nace
la inmaculada luz

Jorge Campos
Managua, Noviembre 2011

Almas gemelas por Cristina Ruiz


28 diciembre 2011

Tras la ausencia de un quetzal

A Jaime Castillo

Despierta brusco por ese insistente ruido de pisadas en el techo; a pesar de tanto tiempo aún parece como si fuera la primera vez en escucharlo. Nunca nadie habló de eso, quizá porque nadie más lo escuchaba, quizá porque no provoca interés alguno. Sale al balcón en ropa interior blanca. Hace frío afuera, de esos que laceran la piel sin decir nada. La ausencia se respira y el humo del cigarro disipa un poco esa presión en su pecho. Quisiera tener vino, el sabor ácido siempre fue de su agrado, sobre todo ahora que...

Pesa aún más cuando no ha sucedido; saberse solo, tendido en la negrura del holocausto de un octubre. Pesa más cuando aún no sucede. Y saber que a veces no hay opción alguna, al final se volverá costumbre... ese es el más grande y perverso monstruo, de los que destruyen implacablemente sin ningún asco, de esos que cercenan y desangran con el más profundo delirio...

Regresa a la cámara del no tiempo, cierra la puerta, nuevamente solo... por debajo de la cama brota el río que ahoga solitario los misterios de los cuerpos. Respira profundamente como si desease transmutar en sí mismo librándose de la eternidad y acortar el suplicio. Cerrar los ojos y despertar no ayuda en nada, la noche siempre vuelve. Mata. Mata. Ese frío letal entrará nuevamente porque no hay nada que lo impida. Es el tiempo que mueve sus fichas. Saberse el último de todos, verlos uno a uno caer... ¿Quién juega este juego?

No sé. No sabe. Nadie. No hay más que esa eterna espera del tiempo. Mata, porque al final con cada uno de ellos muere. Mata. Donde ha muerto un quetzal aún sin suceder pesa la ausencia.

Jorge Campos
Managua, Octubre 2011




Untitled por Jean Delville

11 octubre 2011

A las 4 en punto

Finalmente está todo listo. Hora de preparar la mesa.

Mis tazas Fanaloza Penco están puestas, el pastel está recién horneado. Ya pronto serán las 4… ¡Sí! Ya pronto serán las cuatro.

¡Manuel! ¡mmm! ¿Estás preparado ya? En breve serán las cuatro.

Manuel nunca deja de fumar. Sé que algún día, no muy lejano, extraerán sus pulmones y serán motivo de análisis… probablemente por ese aspecto marchito. Aun no comprendo cómo las personas descubriendo lo pernicioso que es algo para nosotros... lo continuamos haciendo o lo seguimos dejando dominar… nos. Bueno, realmente eso poco importa, es el momento de disponer la mesa. Todo detalle debe ser meticulosamente afinado. Ya el té está listo. Son las cuatro. Empezarán a venir mis amigos…

¡Tic-Tac! ¡Tic-Tac! ¡Pero vaya! ¡Las 4:05!... Impuntualidad ¡me carcome! Detesto la gente que llega tarde, odio la gente que llega tarde, la aborrezco, es de muy mala educación. Y el té se enfría… Son indecentes, inconscientes además. ¿No comprenden? ¡Cuando se les invita a las 4 es a las cuatro! La hora del té no puede ser demorada.

El pastel pierde el fino gusto de recién horneado. ¡Qué terrible! ¿Me veré en el penoso caso de calentar el pastel, de ir a calentar el té? ¡Qué vergüenza con mis invitados! Se hace cada vez más tarde… Son.las.4.y.20.

¡Sí, los sigo esperando! ¡¿Y qué?! ¡Bah! Conténtate con tus cigarrillos que yo por mi parte seguiré esperando. ¡Es la hora del té! ¿Te dice algo?

Me parece una gran falta de respeto que no estén aquí. Pero igual continuaré esperando porque yo sí soy educada y cortés a diferencia de ellos. Son unos maleducados. Y como todo cortés debo esperar.

¡Sí! ¡Vendrán! ¡Yo sé que vendrán!… ¡Déjame en paz! y quédate en silencio si no quieres… que rompa esta estúpida tetera en tu cabeza... ¡Cállate! No deben saber que mis tazas y Fanaloza no tienen relación. ¡Nadie te ha preguntado! li.ligeramente al.go más baratas, pero símiles a fin de cuentas. ¡No te entrometas!, y termínate tu cigarro que ese humo me provoca vomitar…

Manuel, ¿no lo notas extraño? 32 años esperando ¿Tú te has preguntado por qué mis amigos nunca vienen a la hora del té?

¿Sí? ¡Qué chistoso! Ya sé, ya sé que estamos en Managua y no en Londres ni en el Fuji, que aquí no se acostumbra a tomar el té… no se acostumbra la hora del té. ¡Ya sé! ¡Muchas gracias por el dato!...

Pero a fin de cuentas, en verdad, ¿tú sabes por qué mis amigos no me complacen, por qué no vienen a tomar té conmigo?

¿Tú lo sabes?

¡¿Manuel?!

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¡Manuel responde!...

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¡MANUEL!... ¡iih! ¡Ya se te volvió a caer la cabeza!...

¡ENSUCIASTE!



Jorge Campos
Managua, Nicaragua 


Mimetismo por Remedios Varo (1960) 

03 octubre 2011

La moralidad del afecto

Lo escuché de boca de una compañera de trabajo y desde entonces se ha aferrado a mi cerebro como una medusa eyectando sus filamentos: “Yo soy tolerante, pero es incómodo presenciar sus muestras de afecto”. Aclaro que sus palabras aluden a los homosexuales y sus expresiones de cariño en público.

Fue inevitable que esto  ocasionara un efecto inmediato en mí,  sin embargo luego de analizarlo no tuve más remedio que justificar, hasta cierto punto, su expuesto grado de ignorancia, reconociendo que no todos gozamos de la misma educación, ni todos evolucionamos por igual.

Tres palabras marcaron con vehemencia el clímax del desentono: “Tolerante”, “Presenciar” y “Afecto”.

  • Tolerante

Aún no concordamos en la definición de términos.  Pensé que tolerancia era el respeto de actos, pensamientos y creencias de los demás aunque no sean compartidos con los nuestros.  Sin embargo, aparentemente muchos de nosotros lo ven de otra manera.  ¿Cuál es el límite entre tolerancia e hipocresía?

  • Presenciar    

Una vez que analicé la palabra y el contexto en la frase de mi amiga reconocí la farsa y no pude contener la risa, puesto que “presenciar” es un acto y como todo acto nadie está obligado a efectuarlo. La libertad es inherente al ser humano, entonces ¿quién obliga a mi compañera a presenciar determinado acto? Es divertido imaginar la respuesta.

  • Afecto

La palabra de FONDO. Claro está que evoca a las “muestras de cariño”. Pensé ¿Cuándo, quién y cómo se determinó el valor moral del “cariño”? ¿Bajo qué circunstancia una muestra de cariño es moralmente o no aceptada? Honestamente no he encontrado respuesta  y dudo mucho que mi compañera pueda ilustrarme al respecto.  No he dejado de pensar cómo una muestra de cariño podría convertirse en algo dañino y lo más difícil aún en qué momento logra agredir a un tercero presencial, si en realidad lo logra.

Dado que una muestra de cariño se deriva del  “Amor” y el amor es MORALMENTE aceptado bajo toda percepción y concepto humano, concluí que la actitud de mi compañera no podría ser más, entonces, que el efecto de una agresión imaginaria por ser tolerante, originado por la curiosidad clandestina que le obliga presenciar “actos repulsivos” aun teniendo la libertad de girar o voltear la vista.

Managua, Octubre 2011