De mi boca emanaron
como ríos de azufre
palabras que ardieron
en sus vientres de acero
mis labios amargos
provocaron el siniestro.
Ver sus cuerpos arder,
enterrándose en sus tumbas
mis ojos se clavaron
como un Cristo en sus pechos,
taladraron el vano corazón
de los que no me quisieron ver
Aquí, arraigado en el espacio,
donde no existe el tiempo,
mis palabras flotan,
se detienen y desvanecen
Desde aquí les veo
vociferando rencores a los vientos,
derritiendo sus cadenas,
intentando lo eterno.
Jorge Campos
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